Circuito por Milán y Turín 

Hay que admitirlo: cuando alguien nos plantea hacer un viaje a Italia, es inevitable pensar únicamente en sus principales reclamos turísticos. De ahí que las opciones más recurrentes sean las escapadas a Venecia, a su capital, Roma; a las hermosas ciudades de la Toscana o incluso a la zona del golfo de Nápoles, en la que disfrutar de los yacimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano o de la apacible atmósfera de Sorrento. De todos modos, estamos ante árboles que no dejan ver el bosque. Para comprobarlo por ti mismo/a, ¿qué te parecería hacer un circuito por Milán y Turín?

Sabemos por experiencia que estas dos ciudades del norte de Italia sorprenden al viajero. Por su vitalidad empresarial, su arquitectura señorial y ordenada y su clima, con temperaturas por debajo de la media del Bel Paese, cualquiera de ellas podría encajar perfectamente en un país centroeuropeo. No obstante, también son parte de ese gran museo al aire libre que es el territorio italiano, además de ser su locomotora económica. ¿Por qué no descubrirlas con este circuito por Milán y Turín que te proponemos?

Sei pronto (¿estás preparado?)? 

Qué ver en Milán

Empezamos nuestro circuito por Milán en Turín en la primera de estas ciudades, situada en el valle del Po y próxima a los Alpes y los grandes lagos italianos. Milán es la ciudad más importante del norte de Italia, la capital de la región de Lombardía y la segunda más poblada del país después de Roma. Algunos la definen también como la capital económica de Italia, así como el epicentro de la moda mundial, con permiso de París. No los falta razón.

Por comprobarlo, nada mejor que empezar tu recorrido por Milán paseando por la elegante Galleria Vittorio Emanuele II, próxima al mítico teatro de la ópera de la Scala. Allí encontrarás terrazas en las que sentarte a tomar un aromático café expreso —te recomendamos el histórico Café Biffi, fundado en 1867— y algunas de las boutiques más chics de la ciudad. Esta galería, formada por dos arcadas perpendiculares rematadas con una bóveda de hierro y vidrio, se construyó entre 1865 y 1877. Por cierto: en el octágono central de la galería, hay un mosaico que muestra el escudo de armas de los Saboya, en el que figura un toro. Según una costumbre local, dar un giro completo por encima del toro, con el pie derecho y con los ojos cerrados da buena suerte, y mucha más si se hace el 31 de diciembre. ¿Te animas?

A apenas 160 m de allí, se despliega el icono por antonomasia de esta urbe italiana: el Duomo o catedral de Milán, una de las iglesias católicas más grandes del mundo (mide 11.000 m² de superficie). Erigida desde 1386 y concluida en 1965, presenta elementos góticos, neoclásicos y neogóticos y exhibe una fachada revestida de mármol blanco. En el punto más alto del edificio, hay una estatua de cobre dorado realizada en 1774 por Giuseppe Perego: la Madonnina, todo un emblema de la ciudad.

No muy lejos, se halla el castillo de los Sforza o castillo Sforzesco, otro de los buques insignia de Milán. Levantado como fortaleza en 1368, pasó a ser un bello palacio ducal que quedó prácticamente destruido durante la República Ambrosiana (1447-1450). Posteriormente, pasó a manos de españoles y austríacos y recuperó su antigua función militar. Después de que Napoleón lo demoliera parcialmente en 1801, fue restaurado entre mediados del siglo XIX y 1905. En este mismo año, se inauguró también el parque Sempione, que se despliega donde se encontraba la vieja plaza de armas.

Otra de las cosas que hay que ver en Milán son sus iglesias. Tras la catedral, la más importante es la iglesia de Santa Maria delle Grazie, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980. Allí se puede admirar el fresco de La última cena, una de las obras más célebres de Leonardo da Vinci. Eso sí: dado que el número de visitantes diarios es muy limitado, se recomienda reservar tu entrada online antes de iniciar tu circuito por Milán y Turín, con la máxima antelación posible.

Ahora bien: esta no es la única iglesia milanesa que merece la pena contemplar. También podríamos referirnos, sin ir más lejos, a la basílica de Sant’Ambrogio. Fue consagrada en el año 387 por San Ambrosio, por lo que es una de las iglesias más antiguas del país. Su importancia estriba en que, en el siglo XI, fue reconstruida en un nuevo estilo arquitectónico: el románico lombardo. Desde esa fecha, esta iglesia serviría de inspiración para otras muchas que se levantaron en aquellos años en otros puntos de Europa (por ejemplo, las de la Vall de Boí, en la provincia de Lleida).

Visita también la iglesia de Sant’Alessandro, que destaca por su espectacular fachada barroca de principios del siglo XVII, y cuyo interior da cabida a interesantes pinturas de artistas lombardos del siglo XVIII. ¡Presta atención también a su impactante altar mayor!

Por supuesto, alojarte en un hotel en Milán también te abrirás las puertas a algunos de los más espectaculares museos milaneses. Uno de los más recomendables es la Pinacoteca y la Biblioteca Ambrosiana. Fundada en 1618 por el cardenal Federico Borromeo, es una de las mejores galerías de arte de Milán y cuenta con algunos bocetos de Leonardo da Vinci.

Mención aparte merece la Pinacoteca de Brera, que reúne una de las mejores colecciones de arte de Italia. Si te animas a visitarla durante tu circuito por Milán y Turín, podrás contemplar obras maestras de algunos de los principales artistas italianos de todos los tiempos. Allí te aguardan, por ejemplo, tesoros como la Lamentación sobre Cristo Muerto, de Mantegna; Los desposorios de la Virgen, de Rafael Sanzio, El hallazgo del cuerpo de San Marcos, de Tintoretto; el Retablo Montefeltro, de Piero della Francesca, y Los discípulos de Emaús, de Caravaggio, un óleo sobre tela del que hay otra versión en la National Gallery, en Londres.

También tienes la opción de visitar el Museo Cívico de Historia Natural de Milán, inaugurado en 1838 y considerado como uno de los museos de historia natural más importantes de la Unión Europea. Lo encontrarás en el jardín público de Indro Montanelli. Y si quieres acercarte a la historia local, accede al Museo Cívico Arqueológico, en el que descubrirás los detalles de la presencia romana en la ciudad.

Un último consejo: pásate también frente al edificio de la Bolsa de Milán, en Piazza degli Affari, 6, y por la Casa degli Omenoni o Palazzo Leoni-Calchi, un palacio histórico erigido en torno al 1565 y ubicado en la Via degli Omenoni, 3. Como podrás comprobar in situ, esta construcción debe su nombre a las esculturas de varios hombres que embellecen su fachada. 

Qué ver en Turín

Tras recorrer las calles milanesas, llega la segunda y última parte de nuestro circuito por Milán y Turín. Viajaremos para ello en tren o en coche a orillas del río Po, hasta la siempre interesante capital del Piamonte: Turín (o Torino, en italiano). Se trata de una importante ciudad industrial del noroeste de Italia y la cuarta urbe italiana por población, pero también un destino turístico que no hay que dejar de descubrir.

Durante muchos años, Turín fue un foco de gran peso político en Europa. A partir de 1563, fue la capital del ducado de Saboya; después, del Reino de Cerdeña, gobernado por la dinastía de los Saboya, y entre 1861 y 1865, la primera capital de la Italia unificada. También ha sido la cuna de algunas figuras claves del llamado Risorgimento italiano, como el estadista Camillo Benso, conde de Cavour (1810-1861).

Y ya que hablamos de nombres propios, ¿de dónde viene el de Turín? Pocos saben que este topónimo deriva de la palabra celta tau, que significa ‘montañas’. En la época prerromana, los taurinos se establecieron en la zona, creando un núcleo de población al que bautizaron como Taurasi. Ya en tiempos de los romanos, se levantó un campamento militar (Castra Taurinorum), más adelante dedicado a Augusto (Augusta Taurinorum).

Tras estas curiosidades, llega el momento de ocuparse de qué ver en Turín. Y qué mejor manera que empezar por el principal icono de la ciudad: la Mole Antonelliana, un edificio monumental que se alza en el centro histórico y que lleva la firma del arquitecto Alessandro Antonelli. En su época, fue la construcción en albañilería más alta de Europa. Sin embargo, sufrió durante el siglo XX importantes remodelaciones en las que se emplearon hormigón armado y vigas de acero, por lo que hoy no se puede considerar una estructura exclusivamente de albañilería. Con una altura de 167,5 m, fue durante muchos años el edificio más elevado de Turín, antes de ser desbancada por el Grattacielo della Regione Piemonte (2011-2020), de 209 m de alto y 42 plantas. Desde el año 2000, la Mole Antonelliana alberga su interior tiene su sede el Museo Nacional del Cine de Turín.

Otro lugar que hay que visitar en Turín es la catedral de San Juan Bautista. En su interior, se custodia la Sábana Santa. Conocida también como Síndone o Santo Sudario, es una antigua pieza de lino con un rostro humano impreso, y de la que se dice que fue la sábana con la que se envolvió el cuerpo de Jesucristo al ser depositado en sepulcro. Algunas pruebas científicas a las que se ha sometido parecen confirmar este punto, si bien la prueba del carbono 14 ha datado esta tela en la Baja Edad Media.

Tampoco puedes perderte el Museo Egipcio de Turín. Se halla situado en el Palazzo dell’Accademia delle Scienze, un precioso edificio barroco diseñado por Guarino Guarini en 1678, y da cabida a la colección de antigüedades egipcias más importante del mundo después del Museo de El Cairo. Entre sus principales reclamos, cabe referirse al sarcófago de Duaenra, hijo del faraón Keops, y el Papiro de Turín, el mapa geológico-topográfico más antiguo del que se tiene noticia.

En cualquier caso, Turín puede presumir de otros muchos lugares de interés histórico y arquitectónico. Uno de ellos son las Residenze Sabaude, o residencias de los Saboya. Además del Palacio Real —residencia oficial de esta dinastía hasta 1865, y que incluye los Jardines Reales—, también podrás admirar palacios, residencias y castillos localizados en el centro de la ciudad y en los alrededores. Tampoco hay que perderse el Palazzo Chiablese, la Armería Real, la Biblioteca Real, el Palazzo Madama, el Palazzo Carignano, la Villa della Regina y el castillo del Valentino.

En las inmediaciones, se pueden visitar los castillos de Agliè, Govone, Moncalieri, Rivoli, Racconigi y Venaria. En Stupinigi, tienes la posibilidad de admirar el pabellón de caza de Juvarra. Y en la cercana Pollenzo, la imponente Finca Pollenzo, que acoge la torre y la iglesia de San Vittore. En muchos de estos edificios —sobre todo el castillo de Rivoli, donde se encuentra el museo homónimo— tienen lugar eventos, exposiciones e iniciativas culturales. En 1997, estos edificios históricos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Otros monumentos de Turín a los que conviene referirse son la basílica de Superga, panteón de los Saboya; las Puertas Palatinas, el Borgo Medioevale, que hizo las veces de pabellón de la Exposición Universal de 1884, y el Palazzo Cavour.

Por otro lado, no está de más tener en cuenta que Turín está rodeada de pequeñas localidades, como las citadas Rivoli y Moncalieri, Grugliasco, Orbassano, Avigliana, Buttigliera Alta o Gassino Torinese, algunas de las cuales son una excelente oportunidad para hacer una excursión desde Turín.

Permítenos un último apunte antes de acabar con nuestros consejos para tu circuito por Milán y Turín: ¿sabías que Turín también es famosa por la producción de chocolate y los bombones llamados gianduiotto (el término procede de Gianduia, uno de los personajes locales de la Commedia dell’Arte)? En efecto, el idilio entre Turín y este irresistible derivado del cacao dio comienzo en 1560. Fue en esta fecha cuando, para celebrar el traslado de la capital ducal de Chambéry, Francia, a Turín, Enmanuel Filiberto de Saboya sirvió simbólicamente una taza de chocolate a la ciudad.

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